sábado, 7 de agosto de 2010

Creer o no creer

¿De dónde venía el ruido? Sonaba a golpe gutural acústico, a canto quejumbroso de un vocalista aquejado por los excesos. Estaba solo en casa; esta circunstancia no me suele incomodar hasta que sí lo hace. Salí al pasillo; el sonido procedía de la derecha. Quedaban descartados el salón y la cocina. En las habitaciones, si había alguien ya no sería tan peligroso ya que en los dormitorios no había cuchillos ni mucho sitio en donde ocultarse. Esto sí que es pensar positivamente.
Era ahí en el cuarto de la lavadora. Abrí la puerta y entré.
La yesca de mi imaginación prendía sin cortafuegos. ¿Qué podía ser aquello que procedía del interior de la centrifugadora?
Se me ocurrió ir a por el móvil y grabarlo. Tras pulsar al REC el retintín fue disminuyendo la intensidad progresivamente. De pronto me topé con la mediocridad de lo real, donde uno se percata de que lo ocurrido no era para tanto. Resultaba que como no había timbre, el guarda de la urbanización no me había avisado de que cortaban el agua ni de cuándo volvería. Lo escuchado sólo fue su repentina llegada a borbotones por el interior de la lavadora.
Tampoco voy a discernir la mayoría de las enumeraciones sobre lo anecdótico o paranormal del asunto; como pudiera ser que en esos casos son las cisternas las que te avisan del regreso del H2O o de que la caldera no hiciera, esta vez, ni mu.
Esto viene de que sopeso el hecho “empírico” (entre paréntesis por la paradoja), tan misterioso como verificable en un pequeño porcentaje, casi minúsculo, donde algo puede escapar de la razón humana. El total de situaciones en este ámbito es plenamente demostrable. La ascética está reñida con el escepticismo y, salvo en contadas ocasiones, gana la lógica.
Lo degradante es cuando alguien intenta sacar provecho a esto e intenta vender credibilidad. Creo que no es necesario que pasen milenios por estas letras para dar con buenos ejemplos.

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