martes, 10 de agosto de 2010

Inhiesto

Estuve absorto durante la acción; creyendo no ser visto. Tiré cascotes tras los contenedores de basura y luego fui a esconderlos dentro de una parra situada en el suelo. Toda urbanización debería contar con un punto limpio.
No me fijé pero allí estaba uno de los árboles con más rectitud en derredor y, sin embargo, no de los más altos. Cuando florece con esos colores blancos en racimo mezclados con el verde de las hojas es para detenerse y observarlo un instante.
Tiene gracia, pero, seguramente, no sería tan bello si aquel abuelo no le hubiera injertado con una garrota de hierro. El tronco amenazaba con doblarse para siempre condenado a caer por el propio peso hasta que Rafael, en uno de sus largos descansos sentado en la carretilla con el bailoteo del cigarrillo entre los labios, vio que le hacía falta un buen apoyo sobre ese codo de la madera, que parecía ser su liquidación. Desconozco lo que tardó en dar con ello, ni de dónde lo sacó, pero viendo la obra de arte orgánica lo mejoró con creces. De hecho el árbol, de dejarse caer tanto en su muleta, ha absorbido el metal como si de algo natural de tratase, cubriendo la artificial i griega.
Quizás le ayudara el vecino militar a apontocarlo. Probablemente porque el anciano apenas era más de un metro y poco de persona y porque, en ciertas ocasiones, les vi charlar animosamente y luego, un día, salió en busca del nieto mientras estaba arrojando basura al contenedor para darle sus condolencias por el final del artista de Eje con dos troncos.
Un antiguo soldado, con su temperamento de bañista bajo sombrilla por el aguacero, que regañó a los chiquillos del vecindario por lanzar con el tirachinas a las farolas, porque lo pagaban todos de su bolsillo (llevaba razón, pero éramos niños) y que he sorprendido hoy entre el quicio de una ventana expiándome. Creo que es porque su mujer le ha chivado lo de los escombros. El árbol cada día parece estar más alto con sus ramas verticales, cuya meta parece ser la de arañar las nubes. El gancho oxidado sigue infundiendo vida.

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