viernes, 6 de agosto de 2010

Ser feliz por encima de uno mismo

Bertrand Russell
La conquista de la felicidad
Barcelona. Edición de 2009. Primera edición en 1930.
6.95 euros.
206 pág.


De todos los libros de autoayuda que puedan leer, creo que éste es el mejor con diferencia. Digo tal parecer porque es complicado mejorar la exposición del autor en La conquista de la felicidad. Bertrand Russell ha escrito un ensayo magnífico que intenta guiar al lector a los elementos e ideas necesarios para poder ser felices.
En sus páginas aparecen los siguientes razonamientos, que quiero reincidir en su creación espléndida y, a priori, sencilla (porque la felicidad puede ser fácil en la teoría pero resbaladiza en la práctica).
Así sostiene que si están hastiados de su trabajo cambien a otro y cuando vuelvan a sentirse como tal, verán que antes estaban mejor.
El filósofo nacido en Gales afirma que es importante (casi vital) el que uno se preocupe de buscar otras distracciones o ocupaciones que le reporten felicidad, para que cuando la ventura primaría falte, se suplante o complemente con esas otras parcelas enriquecedoras.
También expresa que en la vida de cada persona no debería existir la envidia, porque cada uno de nosotros cuenta con las mismas posibilidades y aptitudes que el vecino del Mercedes con yate en Ibiza.
Además declara que la mayor felicidad en un hombre y mujer es darse al universo y ver que detrás de ti vendrán otros que contribuirán al desarrollo de la humanidad. Esta cuestión es la que más aparece en los libros de ayuda y es la que más cuesta digerir; probablemente porque cuando uno se encuentra mal por algún motivo no nota el favor de los astros siderales.
Por otro lado, es sorprendente la definición del amor al describirlo como algo terrenal y distinto al sexo. Por eso cuando te falta lo segundo hay un gran vacío, pero el amor se queda siempre ahí. Es la unión del hombre con el Todo.
En la búsqueda de la felicidad Russell tiene en cuenta la gran presión laboral que sufrimos en la época actual (tal vez de ahí viene la frase “el cazador era más feliz”. Y eso que se las veía con mamuts, otros depredadores y más adversidades) por eso dice que hay que despejar la mente en cuanto la jornada de trabajo llega a su fin.
Una de las mejores soluciones para cualquier tribulación que padezcamos es enfrentarse a ella lo antes posible, para ganar tiempo en la indagación de la dicha.
Por último me extraña que el escritor y pensador deje de lado a los individuos que ante la posibilidad innata de conseguir la prosperidad escojan no ir en su camino. De haber entrado en materia con ellos, el ensayo hubiera sido interminable, pero hubiera merecido la pena compartir la opinión de los renunciados.
Tampoco decide entrometerse con la perdurabilidad de ella (quizás porque quien se plantea si es dichoso, no lo es) ni ahonda en los límites para conseguirla. Una pena, porque Bertrand Russell tenía lo necesario para haber escrito una Biblia de la felicidad. Esta obra exquisita sabe a poco.

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