
El cuadro me recordó a la puesta en escena del grupo británico (que casualidad, las hermanas Brontë también eran inglesas) Pet Shop Boys. Uniendo estos dos puntos independientes podríamos llegar a contener el esqueleto de lo que nos quiere transmitir la creadora.
Otra de las bases del libro del autor, anteriormente mencionado, es cómo influyen en nuestra vida los sistemas electrónicos, las computadoras. Bien, cualquier fan, de dicho duo, podrá ver un punto de simbiosis entre el cuadro de Reichek y el grupo de pop electrónico inglés. En los conciertos utilizan colores químicos e industriales sobre fondos negros; en el cuadro vemos un amarillo sobre un fondo negro. Aunque en la imagen colgada se ve una especie de performance ridículo con un muñeco rojo al lado de un fragmento de la obra analizado y que tampoco tiene el color amarillo y sin eso...
La autora podría decir con esas tres figuras de la composición fotográfica, que estamos inmersos en un mundo cibernético del que no podemos escapar. Eso es lo que intentan, precisamente, los protagonistas de la imagen, liberarse del cono que les bloquea los sentidos, quieren arrancarse esa venda. Estamos frente a una composición electrónica dentro de las posibilidades que ofrece la contemplación de una simple fotografía impresa en escala de grises y retocada por la autora. Además, las manipulaciones que ha hecho sobre la ropa de los personajes, denotan cierto futurismo. El resultado sería parecido si se suplantara el fondo blanco por uno negro y las figuras negras por blancas. El estilo copia la repetición de una misma imagen multiplicándola como hacía Andy Warhol en sus composiciones.
En un primer vistazo, la mirada se clava en la figura central enmarcada en negro. La silueta se encuentra rodeada de naturaleza y es la que más color amarillo tiene sobre sí. Parece que lo que nos indica es que hasta el ciudadano más libre, no deja de ser preso de la tecnología, de las armas. Y digo armas porque la fecha de la exposición es muy importante. 1943. La segunda guerra mundial.
Todo ello genera un sentimiento de frustración, de rabia, por eso Reichek inmortaliza a esos tres hombres intentando zafarse de la venda, porque es el significado último de la imagen: aunque las cosas vayan mal, el hombre (e incluyo a la mujer) siempre intenta salir adelante, avanzar hacia el progreso. De todos modos, el resultado final trasmina un aroma de inconclusión y demasiada sencillez. Si lo analizado fuera un menú es como si la artista sólo nos ofreciera el primer plato.
Tres figuras en la composición, tres hermanas que se rebelaron contra la sociedad; pero esto sólo es otra coincidencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario