viernes, 25 de junio de 2010

Una paisajista

Caballos es un cuadro con más academicismo de lo que parece. La imagen muestra un paisaje en tres planos, es decir: una charca lejana que desemboca en un pequeño lago, que, a su vez, confluye en el más próximo a la acción principal donde están los dos animales. La perspectiva se alcanza con la escenificación de las tres zonas acuáticas situadas a alturas diferentes.
El lienzo de Raquel Díaz está influido por cierto tenebrismo en los claroscuros del cielo, follaje y árboles de la escena. En menor o mayor medida podría llegarse a la conclusión de que hay más influencias como la escuela veneciana o el propio John Constable o Joseph Turner; los más afamados paisajistas ingleses. Si aún no lo ven esperen a la siguiente oportunidad.
El tema que la autora nos intenta transmitir es el esplendor de la naturaleza y su lado más puro e incontenible. De ahí el abundante caudal acuático y el retrato de dos caballos salvajes. Aunque decir salvajes es, a lo mejor, apresurarse en exceso, ya que son de color blanco por entero, para irradiar pureza o libertad cuando el tono más frecuente en estos casos es el marrón (partiendo de la base de que aún existan caballos salvajes). En cierto modo están idealizados; fruto de la belleza más platónica. Para zanjar el análisis objetivo queda por destacar que el trazo de los caballos está logrado.
Sin embargo, la idea global se resquebraja por un elemento que puede quedar un poco camuflado por la belleza general, aunque esté en primera línea de visualización… el tronco seco y talado. Subjetivamente puede escenificar la preocupación por algo que siempre espera en la retaguardia. Aunque puede ser sin más un elemento que ha introducido la artista para añadir más rigor y semejanza con la naturaleza.

La segunda pintura de Raquel Díaz llamada Provenza posee las influencias paisajísticas que nombraba al comienzo. En la obra se ve un paisaje rural con las montañas a lo lejos. Hay varios aspectos destacables. Que el punto de fuga se consiga con una perspectiva en curva hacia la derecha, remarcada por la línea de flores púrpuras (ver La masacre de los inocentes de Rubens con otra perspectiva en curva. Una pieza ubicada entre las diez más caras del mundo) y que, no sé si es por el escaneo, pero las montañas, el cielo y parte del bosque parecen estar conseguidos con la técnica del puntillismo. Este último detalle, bien por experiencia o azar, dota a Provenza de un tono refinado y trabajado. Tanto uno como otro se asemejan en un contraste de tonos suave y bien repartido. En cambio, es el que más dudas genera sobre si está culminado por la artista ya que no tiene relación aparente con el conjunto de la serie. Confiemos en que sea propio. De ser así, ostenta un don tan enorme como el de la pintura.

1 comentario:

Daniel Atienza López dijo...

No sé chicos si estoy en lo cierto en la finalización de la crítica. Si es un tropezón... sorry!!! Nos vemossss.