domingo, 20 de junio de 2010

Su verdad es el desnudo

Esta artista inglesa de treinta y siete años sabe retratar la desnudez sin reparos. En la actualidad, Jenny Saville, vive en Roma donde hace unos tres años, aproximádamente, expuso sus obras. El mayor reconocimiento fue en 1994 en la galería Saatchi. Algunos expertos consideran que se sitúa dentro del hiperrealismo, pero habría que considerar, que ya ha hecho méritos propios para considerarla como una artista inclasificable.
Tiene un genial dominio de los colores. Con ello pretende demostrar el lado más íntimo y común de los seres humanos. En el tríptico de la mujer obesa en ropa interior, podríamos encontrar cierto paralelismo con Las tres gracias de Rubens, pero sería algo puramente anecdótico. Aquí, Saville, no quiere decir que se vuelvan a poner de moda los cuerpos gruesos; está haciendo una exhibición sincera mostrando algo de forma grotesca para definir a una humanidad sin escrúpulos.
A primera vista, puede parecer que estemos ante una prima lejana de Fernando Botero, pero no se asemejan a pesar de retratar el gusto por las curvas. En el artista colombiano era una técnica, ahora la autora inglesa lo emplea como un arma punzante. Primero se rebela contra los cánones de belleza y luego engaña al espectador mostrando piel rosa que no significan bienestar ni bonanza, sino rebeldía y dureza.
Ella consigue asfixiar al espectador entre tanta carne colocando la perspectiva sobre los cuerpos como si el que observa el cuadro estuviera encima de las protagonistas de las pinturas o, peor aún, éstas sobre el espectador si en una exposición se colocaran estas series a una distancia más cercana del techo. Las obras no tienen una composición definida, pero se puede apreciar cierta distribución triangular, como se puede captar en el cuadro del transexual. Las figuras están estáticas, carecen de movimiento pero este factor no les quita agresividad, es un realismo que grita en silencio. Prueba de ello es la siguiente frase que Jenny Saville dijo y que recoge las bases de sus cuadros: “Nos enseñan a juzgarnos desde una edad muy temprana, a controlar lo que comes, lo que te pones, productos para la piel… el cáncer de pecho”.
Francamente, la obra en la que aparece una mujer arrancándose un pecho es desgarradora. Paradójicamente, dentro de la obesidad que retrata hay un canon establecido. Aunque no lo parezca sin “la medida de todas las cosas”, como dirían los renacentistas, los cuerpos no tendrían una proporción perceptible y a pesar de la obesidad, ese canon dota a la pintura de un realismo sobrecogedor. Con ello quiero especificar que aunque va contra las medidas ideales como el dibujo de Leonardo Da Vinci, el Hombre de vitruvio, la autora respeta y reproduce las proporciones para que las imágenes guarden el mayor parecido posible.
La creadora anglosajona se retrata en algunas obras para enfatizar el realismo y el sentimiento de denuncia social. Habría un último elemento, la luz. Aquí la luminosidad es el agente secundario, ya que mejora la interpretación del color, que es el principal.
Gracias a la luz, los tonos blancos recobran un carácter más profundo. La artista consigue enfatizar el mensaje remarcándolo en tonos lánguidos. Los rostros níveos alojan más vida que nunca. Sin embargo, hay otros que contradicen esta idea.
Me estoy refiriendo al retrato de Saville que parece estar intubada en un hospital con el ojo amoratado, como si le hubieran dado una paliza. Otro ejemplo de expiración es la otra composición que sale acostada sobre un espejo con el gesto repleto de tonos rojos, parece que está a punto de eximir el último aliento.
Hay un dibujo especial del rostro joven de una mujer de ojos claros, cuya expresión está dividida por una tonalidad azul y otra roja.
Aquí, la principal característica es que deforma los labios de la mujer y la tonalidad rojiza parece fluir desde la boca, como si la hubieran pegado o maltratado. Vayan ustedes a saber si dicho mensaje puede ser, finalmente, de perogrullo: La suerte de la fea la guapa la desea.
La autora inglesa, recuperando la materia prima intelectual, quizás intente recordarnos que, bajo la realidad de las modas, las marcas y los estilos de vida, sólo nos queda eso; la carne.

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