jueves, 24 de junio de 2010

Rilke "dixit"

Rainer Maria Rilke
Cartas a un joven poeta
Madrid. Alianza editorial. Edición de 2008 (la primera es de 1980).
6,75 euros.
97 páginas.

Esta publicación en prosa es interesante. Aunque sólo sea por ver algo en ese formato de uno de los considerados mejores poetas de la historia; Rainer Maria Rilke. Bien es cierto que tampoco el libro es una delicia universal (seguramente sus poemas sean más completos), pero sí que, al menos, dispone de entre cinco y diez razonamientos brillantes cuando hay novelas que abarcan uno o ninguno. Y eso que el volumen escrito no es muy amplio. Tal es el caso de sacarle partido a la soledad y verla como algo propio y benigno o que nadie se debería preguntar si lo que escribe es de calidad si dentro de su ser sabe que sin la escritura no podría vivir. Globalmente se trasluce el sentir vitalista del escritor y eso siempre es lúdico y de lo que habría que aprender sin excesos.
La obra trata de un carteo mantenido entre un señor llamado Kappus y el propio poeta. El contenido de las cartas es sobre cómo o por qué escribir poemas o cómo tolerar la soledad y la mayor tristeza. Del lado de Rilke hay opiniones sinceras; como mantener de ejemplo para la creación artística a J.P. Jacobsen, en las letras, y Auguste Rodin en la escultura. Del primero no podría suministrar más datos, por falta de conocimiento, pero del segundo sí que se podría hablar de la existencia de una mayoría crítica con opinión más generalizada y compartida sobre sus obras.
El resultado final, queda un poco quebrado por la ausencia de las cartas de Kappus; al que, por entonces, habría que incluirle como coautor, pues, en el título de Cartas a un joven poeta.
En estas hojas hay mucha filosofía de gran semejanza a la de Bertrand Russell. Idónea para levantar el ánimo, casi, de cualquiera.
En otro orden de factores, la puntuación es más que correcta. No sería descabalado que Kappus fuera un pseudónimo y, finalmente, se pueden comprobar el sentir religioso del poeta alemán en los consejos que regala a su amigo de cartas y la atareada y completa vida que llevaba Rilke; latente en que en la mayoría de sus respuestas escritas comienza con una disculpa por no poder haber contestado con anterioridad.
El resultado final puede ser una lectura idónea para unos y edulcorada para otros. Depende de la predisposición con la que miren si el vaso estaba medio lleno o medio vacío.

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