domingo, 2 de mayo de 2010

El arte violado

Algo perturbador debe de tener el arte cuando a lo largo de la historia los regímenes dictatoriales han mutilado la creación (por un lado nazismo) o la han empleado para sus fines políticos (fascismo por otro).
Comenzando por el nacionalsocialismo alemán, cabe destacar que se deja a un lado el procedimiento figurativo, por el que un espectador puede interpretar visualmente lo que ve, y se empieza a pintar con rasgos abstractos. Esto ya puede decir algo explícito como el hecho de que ante una situación totalitaria el artista sienta represión y pueda querer escapar de la realidad manchando un cuadro impulsivamente (por mucho que, poco más tarde, llegara Jackson Pollock, para negarlo y afirmar que es un arte controlado al milímetro).
Tal es así, que algunos se vieron forzados a emigrar a los Estados Unidos.
En ese caldo de cultivo se genera un movimiento arquitectónico (siempre es mejor ponerse a colocar ladrillos cuando tienes un cañón en la sien que a trazar puntos de fuga en un lienzo). De ese flanco nace La Bauhaus con Walter Gropius a la cabeza (como bien aparece explicado en http://www.slideshare.net/gondomar/cultura-arte-en-los-totalitarismos). Dentro del edificio se trabaja conjuntamente. Impera la funcionalidad de las arquitecturas por encima de la estética; como queda reflejado en las materias principales: hierro y hormigón.
En este contexto, el arquitecto galo Jean-Louis Cohen, recogió en una biografía sobre Le Corbusier, uno de los arquitectos clave en ese art nouveau del XIX bajo la bota nazi, una galería de todas sus obras desde La casa Falllet en 1906 hasta el Teatro Carpenter de artes visuales en 1967. Le Corbusier fue un pionero en toda regla, subestimado por Dalí y enaltezido por las vanguardias rusas que lo vieron como el prototipo del nuevo hombre. El autor lo que hizo es aplicar racionalidad a la obra leyendo a los mejores filósofos como a Nietzsche que le inspira con el lema ¡conviértete en quien eres! Por cierto, el filósofo alemán que influyó en realidad a Adolf Hitler fue Hegel.
Por otra parte, en el fascismo está el futurismo de Marinetti, que llega a implantar y desarrollar un partido político con el manifiesto futurista. Raúl Morodo publicaba en El País, 1986, que ese futurismo estaba precedido de un poso ideológico de Nietzsche y Marx (me pregunto cómo alguien puede tergiversar a unos autores, que se supone que son referencias conforme al concepto de libertad).
En este movimiento italiano que quiera expandirse globalmente, se palpan las características principales como son el movimiento y la tecnología. Las raíces conceptuales más profundas sostenían que un fascista es un hombre de acción (de movimiento aplicado al texto).
Si hacemos un esfuerzo y sustraemos el corrosivo fin de este movimiento artístico (no sólo por pretender ser el pedestal de Benito Mussolini, sino la glorificación de la guerra y el menosprecio de la mujer) podemos disfrutar plenamente de Hombre caminando de Giacometti o Formas únicas de continuidad en el espacio de Umberto Boccioni (está en algunas monedas de veinte céntimos); ambas esculturas. En cuanto a la pintura, cualquier pieza de Estados de ánimo que Boccioni ideó, valdría como buen ejemplo.
Poco más, que el arte sólo sea arte.

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