lunes, 31 de mayo de 2010

Imaginario

Los siguientes sueños me han asaltado en una sola noche. Es otro ejemplo directo de cómo lo que se hace en el día previo afecta a la recreación inconsciente o semiinconsciente. No hay orden. Es una serie de escenas o situaciones sin ninguna lógica argumental, ni relación aparente entre ellas. A cuál más disparatada.
Las expondré siguiendo la duración. De ese modo la primera será la que más estuvo presente (si ello puede ser medianamente válido en un terreno donde el tiempo se deforma y es imposible de medir).
Me encuentro de vacaciones en un complejo turístico en las montañas. En el bar del hotel hay una serie de ancianos que acompañan a los turistas en las rutas que hacen o en otras actividades típicas rurales como montar a caballo, ciclismo, etc.
Una mañana me siento con dos de ellos y me empiezan a contar que su labor es la descrita anteriormente. Añaden que, el otro día hubo un impresentable (utiliza esa misma palabra) que quedó con ellos a las siete de la mañana (intuyo que es para hacer senderismo) y que no se presentó al final; con lo que se fueron ellos dos solos. En realidad están más molestos por el madrugón que por haberse ido sin aquel hombre, porque dicen que ellos suelen trabajar a partir de las nueve de la mañana o las diez.
Al rato piden el desayuno a la cocinera desde la mesa donde estamos sentados los dos hombres en edad de prejubilarse y yo. Les traen tres huevos fritos. Afirman que su dieta diaria es comerse unas veinte tortitas. Paradójicamente, lo que pienso en el sueño mientras miro el plato es que si no se han percatado de que las tortitas ingeridas antes, también llevaban huevo. La cocinera les dice no tener otra cosa que ofrecerles.
Fuera del hotel hace un calor asfixiante, casi desértico. Hay animales en una finca. De ahí sale un caballo. Los hombres inmunes a la salmonelosis están fuera también. Observo a un cuidador de rocines. De repente, me informan de que no hay agua y de que el único modo de conseguirla es de la siguiente forma: Paul Newman (última imagen que vi antes de acostarme en la película Cortina rasgada. No es que lo próximo que describa aparezca en la fuente) introduce la cabeza de un gran galápago en el trasero del caballo; al rato es el propio actor el que la introduce en el del enorme reptil. En seguida me percato de que me iba a quedar con sed, porque no tenía la menor intención de hacer eso.
Al rato sigo en la montaña y pasan imágenes delante mía de una chica de mi edad que también ha posado junto a Newman y que ha estado de vacaciones ahí como se muestra en las fotos. En todas las instantáneas aparece con una malla corta ajustada de color gris (tal y como la llevaban dos de las bailarinas de un espectáculo que había contemplado el día anterior).
La siguiente secuencia onírica trata sobre mi familia paterna. También estamos dando un paseo por la montaña cuando me comentan que van a ir al cementerio a ver a la abuela. Le digo a mi padre que sí sé donde está. En los terrenos detrás de nuestra casa y que están haciendo una carretera sin asfaltar (en la realidad no hay ningún cementerio por esa zona y las carreteras están terminadas). Mi padre me lo confirma y le digo que voy a ir primero. Arranco el coche y aparezco en Leganés. Me invade cierta sensación de nostalgia al comprobar cómo ha ido cambiando la ciudad. Tanto, que han hecho un gran edificio que cubre la fuente principal que hay junto al hospital Severo Ochoa. Dejando la glorieta bajo el monumental edificio.
El último suceso idealizado trata sobre el coche. Estoy aparcando con mi vehículo y los frenos no responden. Va muy rápido y tengo un golpe. Poco más tarde estoy viajando de noche. Voy solo. Es un trayecto largo. En un par de acelerones me quedo sin combustible. Afortunadamente, hay una gasolinera próxima y al llegar a ella pienso en los motivos por los que no me ha saltado la luz de emergencia donde se augura que aún hay para unos kilómetros más. Por si fuera poco sólo dispongo de diez euros. Cantidad insuficiente para todo lo que me espera por recorrer. La dependienta me dice que no hace falta que reposte. Según ella queda más depósito y es normal lo que ha pasado. Intenta tranquilizarme sosteniendo que me queda poco para llegar a mi destino.
Una imaginación tan rica puede ser explicable a lo aburrido del día de ayer. También solía acontecer en las noches previas a un examen.

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