sábado, 8 de mayo de 2010

Vida


Hay algo inabarcable e indefinido que todos, en alguna que otra ocasión, nos hemos dejado inyectar en una película o novela. A lo mejor, alguien ha reparado también en que el amor del otro no se puede conocer plenamente. Uno puede ser besado, abrazado, penetrante y penetrada o aconsejado cuando la ocasión lo requiere, pero nunca logrará cerciorarse de cómo es ese sentimiento en otras personas, amigos o ciudadanos. Podrá hacerse una idea aproximada real o no, pero nunca conseguirá extirparlo de quien se deseé para examinarlo a nuestro gusto y deseo cuando plazca o se apodere de nosotros la desazón más inquisitiva. Por lo tanto, estamos sujetos a que impere un amor propio; ya que, por mucho esfuerzo que se haga en intentar palparlo y cuidarlo, el reconfortante sentimiento vive encerrado en una prisión corpórea tan autónoma como independiente a nuestro influjo.
Con esto vengo a decir que hay una idea del amor y un modo de sentirlo únicos en cada persona y hay muchos millones de habitantes en este planeta, que se pude multiplicar si en este concepto se incluye el sentir de algunos dueños hacia sus animales. Y no hablo de zoofilia.
Con lo cual, hay demasiados puntos de vista para aferrarnos al típico proceso: conocer a alguien-comprar un hogar-tener hijos-tener nietos… Probablemente, que ese sea el modelo marcado y la pauta a seguir; pero puede ser menos que eso y también más.
Si Ortega y Gasset no se refería a ello con su multiperspectivismo… entonces no sé a qué se dirige.
Aplicando una criba realista a los párrafos anteriores nos queda lo siguiente: Estamos solos aun cuando la más cálida y placentera felicidad nos rodea, seguimos siendo seres individuales. Lo mismo pasa en el otro extremo, el del sufrimiento. Cómo amputarlo de quien se desea para deshacernos de ello. Imposible.
Soportando dichas premisas construimos una vida figurada suponiendo o creyendo suponer lo que sienten parientes, compañeros y parejas. De no ser por el instinto ni por el aprendizaje estaríamos tan ciegos en esta sociedad como cualquier invidente y aún así…
Pensad que, por un momento, se nos permitiera a toda la humanidad conectarnos sensorialmente. ¿No sería una merecida, justa y labrada despedida para los ancianos? Y en cuanto a los neonatos ¿Qué mejor comienzo tras la retirada de la placenta al sentir una unión superior? Además, se podría realizar la interrelación por Na´vidad. Pero en vez de hombre a naturaleza, persona a persona.
Tal vez, el sentido de la vida sea intentar sentir lo intransferible. Doy fe de que a veces es perceptible en menor o mayor cuantía.
En este plano filosófico Calderón de la Barca escribió La vida es sueño. Y yo pregunto si la vida es cuando soñamos, ¿qué es lo que percibimos al estar despiertos?
Aquí se queda, no vaya a ser que los muebles de la casa se instalen de un brinco en el techo por aburrimiento.

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