sábado, 31 de julio de 2010

Bancos

Los trabajadores de los bancos siempre me habían caído mal y más cuando en Banesto me obligaron a pasar sin la gafa de sol para poder entrar. Debí haberme desnudado, pero ante la duda de si iba rasurado o no (porque ya que das el cante hay que jugarte el do de pecho… o pubis en este caso) y coaccionado por la vergüenza; desistí de ello.
Por entonces pensé que podía ser como Superman al llevar lentes opacas y no ser reconocido por nadie en el supuesto caso de cometer un robo.
Hay excepciones con empleados que han cruzado la línea y les tengo algo más de consideración; poco, tampoco se puede exagerar en estos casos.
En el BBVA hay un hombre serio que siempre está escuchando su cadena de música, tan anticuada y perdurable, que probablemente acabe jubilándose el dueño y decida donarla para que otro prosiga con su uso. Es el clásico rostro que parece no haber sonreído jamás. Tiene la costumbre de mover las piernas bajo su mesa. Se sabe por el vaivén de la cabeza. Lo que me agrada de este banco es que cuando estás entre las dos puertas de acceso, una voz mecánica, como de nave nodriza, te obliga a dejar los objetos metálicos fuera. Si permaneces quieto se olvida de la orden y te permite pasar. Tanta seguridad…
En Caja Madrid conozco a Purificación, Puri; como se la llama, y a la que su jefe no duda en dejarla en ridículo delante de los clientes. Es la más normal de la sucursal que frecuento. Lo de la evidencia en público sólo sucedió en una ocasión, pero aquella vez estaba tan crispada que me generó empatía.
Y en el Banco Santander hay una mujer morena que se sonroja con facilidad. Hasta la fecha ha sido la única persona dentro de cualquier entidad, que me ha reconocido y ha intentado entablar una conversación conmigo alejada del ámbito procedimental.
Nuestro momentazo fue cuando en mitad del ingreso monetario se percató de que había una araña, casi diminuta e invisible, desplazándose en la pared, y expresó sorprendida: "Una araña". Y le contesté con asombro motivado por el suyo: "Sí". No sé qué pensó el arácnido al respecto ("Si supieran que soy la única en acceder a la caja fuerte sin códigos de seguridad…").

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