viernes, 23 de julio de 2010

Venenos consensuados

El Gobierno pronto retirará de los centros escolares públicos las máquinas expendedoras de bollería industrial, frutos secos, golosinas y refrescos. El Ministerio de Sanidad así lo ha pedido (un tema que debería estar con letras rojas en la agenda de la OMS, Organización Mundial de la Salud).
Nutricionistas y pediatras respaldan tal decisión, pero, a pesar de los datos facilitados por El País donde se sostiene que la población española adulta es obesa en el 17% y 13,9% en la infantil, la medida tiene toda la pinta de ser una memez.
Además la norma plantea que no podrá venderse un producto con más de medio gramo de sal, sobrepasar las doscientas calorías y que no haya trans en su elaboración.
Bonito es, desde luego, pero ineficaz.
Para empezar; de poco servirá si luego los hábitos de diversión de los niños se centran en quedarse en las casas jugando con las videoconsolas (la industria del entretenimiento que más beneficios genera, por encima del cine y literatura) en vez de practicar juegos en grupo que requieran cierto esfuerzo físico. En el recreo y entre clases no rebasarán los límites calóricos, pero si luego celebran los cumpleaños en el Burguer King o McDonald´s o los adolescentes en sus fiestas sólo se alimentan de pizzas, se estará vaciando un cubo de arena con las paladas de un rastrillo. Y qué decir, al respecto, de la opinión en la delgación de Coca-Cola cuando conozca el descenso en sus ventas. Hablan de las empresas más potentes del mundo. Para que vean a dónde se dirigen los tiros (al aire).
Por otro lado, hay que ser razonables para permitir que compren semejantes artículos ya que es en esa edad cuando mejor pueden sentar los caprichos y vivir de pollo, pescado y verdura nada más, cuando se es niño es más difícil y poco realizable.
El verdadero óbice es que prosigan con el empleo de ácidos grasos trans bajo el fundamento demostrado de que mejoran la frescura y estabilidad del alimento que lo tenga. Están presentes en pequeños porcentajes de la leche, en la grasa vacuna y en más productos de los que nos convendría.
Se debería imponer ya un sucedáneo menos insano y cancerígeno que los trans, responsables de suministrar grasas nocivas y de mermar las lipoproteínas de alta densidad (grasas buenas). Sirve de poco el engañar al consumidor mientras lee que no poseé el macronutriente cuando, en realidad, lo camuflan bajo eufemismos como aceite de palma o coco. Además ese tipo de sustancia genera: resistencia a la insulina, pueden desencadenar en los procesos inflamatorios, aceleran la lesión ateroesclerótica (endurecimiento de los vasos sanguíneos) y modifican los ácidos grasos de la masa cerebral y sistema nervioso contribuyendo con enfermedades como esclerosis múltiple, Alzheimer o Parkinson.
Estos datos tampoco son muy fiables, ni deberían sentar las bases de un hipocondríaco, ya que las irregularidades fisiológicas si no provienen de aquí pueden originarse del excesivo uso del móvil, microondas, consumo de drogas, medicamentos, bebidas alcohólicas, etcétera.
Al menos se puede apreciar que han hecho de los dulces algo, un tanto, amargo.

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