martes, 13 de julio de 2010

Contra la rutina

El amor. Fuente y cuna de sabiduría. Antonio Gala lo define así: “El que afirma no tener amor puede que sea verdad, pero es lo único que tiene”. Una frase algo retocada cuyo creador es el escritor que menciono. Al fin y al cabo la escuché de una boca distinta a la del “cordobés” y quién no ha jugado, en alguna que otra ocasión, al teléfono escacharrao. Al menos la expresión conserva la esencia.
Cuando el cabo de la vela se consume, porque no hay fuego que dure eternamente, se puede escoger entre dos caminos. El positivo equilibrado por el cariño, ya que tras una relación puede quedar una buena amistad si los dos miembros han puesto de su parte, ya que nadie te conocerá mejor que una ex pareja o el negativo supeditado al odio. Esta opción puede explicarse porque fastidia cuando algo ilusionante se derrumba. Sucede con una empresa, con un frutal, que, por más que se riega, no te da las manzanas requeridas, con un puente levantado para que perdurara por bastante tiempo y cuyas malas vigas degeneran en la inestabilidad de su superficie a las primeras de cambio o porque, sin más, no se ha conseguido el primer caso. Cualquiera de las dos variables me parecen apropiadas por solemnes que resulten.
Pero…, al margen del distanciamiento lógico ¿se pierde algo más? Pues creo que sí. Parto del principio de que en la vida el tiempo no se derrocha, se invierte o emplea, aunque es cierto que tras una ruptura el sabor de boca que persiste es ese. Tempus fugit. Aun así se esconden en la buhardilla momentos que no se compartirán con nadie más (pobre del que recaiga en ellos, intentando dotar a las nuevas relaciones de frescura, mientras piensa que cultiva la innovación), bromas íntimas que fortalecían el vínculo y otros detalles de cama, que aunque se superen no tendrían por qué compararse.
Tampoco creo que la pareja se lleve una parte de ti, ni tú de ella; pero si se puede meditar sobre el poso de aprendizaje que ello deja. No estoy hablando de que un chico que haya tenido decenas de relaciones sea más inteligente o dotado que alguien que sólo ha tenido la tercera parte; estoy abrazando la inmensa posibilidad de ver el lado positivo y más favorable.
Hay algo que no se debería negar. Por fuerza, y con el paso de los años, uno cae en la repetición de frases y regalos. Si desde edad temprana se empieza a soltar sin tapujos: gordi, cariño, amor, cielo, corazón, bonita, encanto y demás, llegará el día, con total seguridad, en que se caiga en la reiteración. Este hecho no tendrá la menor importancia mientras no haya ocasiones en las que a uno no le dé la sensación de estar siendo manipulado por un ventrílocuo. Eso sobre la acera de cualquier calle. Ya en la cama la repetición de elucubraciones seguro que será menos trascendental.
No se rindan. Sorprendan a sus acompañantes con denominaciones novedosas, ideas plausibles y sustanciales para sus tímpanos. Aunque no sean todos los días, al menos una vez al mes. No importa si ellos creen que están siendo objetos de una burla despiadada. De ser así retomen el empleo conocido: gordi, cariño, amor, cielo….
Piensen ¡oh!, que mientras un servidor escribía estas líneas el sudor de la espalda se le adhería al respaldo curtido de su silla formando un solo ser.
Obcéquense en que cada día sea distinto para lograr pequeñas metas diferentes. Y si llega el momento en que tengan que ver cómo el idilio se hace añicos, al menos conservarán el recuerdo de haber persistido en esos pequeños retos. Dentro de algo que se formula en conjunto es de lo poco que depende de uno mismo. Probablemente, el intento merecerá la pena.
En el caso de acomodarse y no tener motivaciones, disfruten. Los humanos debemos ser el único animal que coma sin apetito, que duerma sin sueño...; pero entrar en estos terrenos, puede que sea salirse del cerco.

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