viernes, 16 de julio de 2010

Bendito hijo

John Kennedy Toole
La conjura de los necios
Barcelona. Anagrama. Colección Compactos. Cuadragésima primera edición en tal colección en octubre de 2009.
10 euros.
389 páginas.


Parto de la base de que las editoriales que rechazaron editar La conjura de los necios habían leído previamente el texto, para no entender el miedo ante una obra tan brillante. Por lo tanto es, más o menos, entendible, que ésos rechazos colmaran la paciencia y el ánimo de John Kennedy Toole.
Su libro está cargado de mensajes directos contra la sociedad americana. Ignatius Reilly es un niño mimado de treinta años que vive todavía en casa con su madre y que no hace más que darle disgustos y perjudicar a cada persona que se va encontrando en su vida.
La mayor denuncia que se capta en la novela, que sólo Anagrama se atrevió a darle cabida en 1989 aquí, es que Estados Unidos (se publicó allí en 1980; dieciocho años después de ser escrita) sigue bajo el firme influjo de la guerra de secesión. Un acontecimiento histórico que ocurrió hace dos siglos y cuyo racismo y segregación racial parecen seguir presentes.
La historia sucede en Nueva Orleans, ciudad en la que el propio Toole vivió.
El tiempo de la obra se desconoce porque no hay referencias de días, ni de fechas. Los personajes son tan extraños y peculiares como I. Reilly. Destacan Burman Jones como el negro que nunca se quita las gafas de sol y el cigarro de los labios, el detective Mancuso, del que toda la comisaría se burla hasta, que, por fin, resuelve el caso de la pornografía, y en mayor medida Irene, la madre del protagonista principal.
La conjura de los necios está fragmentada en catorce capítulos, cada uno de ellos formados por la descripción de un narrador en tercera persona y narraciones en primera persona, que el lector conoce por boca de Ignatius y son los apuntes que hay en sus cuadernillos Gran Jefe, tan ácidos e inteligentes como los pasajes descritos por la tercera voz. En dichas reseñas hay diarios y cartas que envía a Myrna Minkoff, su ex novia, para competir y ver quién es el ser más lúcido y comprometido socialmente del planeta. La estructura es la típica lineal y progresiva.
El manejo del lenguaje es extraordinario, no sólo en el acento específico de un distrito de Nueva Orlenas, que A. J. Liebling explica antes del comienzo de esta obra, ni porque incluya palabras castellanas en algunos personajes para infundir mayor realismo (pag 97), sino porque es en ellas, lógicamente, desde donde brota el estilo del autor. Así tenemos, elefantíaco, sodomita, vibrisas, pelandusca…
La ironía y el decoro premeditado se aprecian en los nombres de algunos personajes. Por eso la madre se llama Irene, que viene del griego “paz”, porque es la que adora y soporta a su desagradable retoño, Santa es la amiga entrometida que es un arpía, con lo cual de santa poco, la empresa Vendedores Paraiso, Incorporated, es cualquier cosa menos paradisíaca y Levy Pants es lo opuesto a la empresa estandarte americana Levi Strauss.
I. Reilly torpedea al estado desde cualquier frente. Con la canción Turkey in the Straw afirma ser la causante del deploro nacional cuando escucha a un ciudadano tararearla. También acusa de ello a los homosexuales. Cualquier motivo es el ideal para sacar a relucir su vil verborrea académica.
Otro rasgo inevitable es el humor con las situaciones disparatadas más propias de cierto caballero que habitaba por La Mancha. Y ahí es donde se ve la frescura de la cita de Johnathan Swift en donde se afirma que para descubrir al genio basta con ver como le acorrala la mayoría amenazante. Hasta que el señor Levy acude a la propia casa del protagonista no repercute en la perspectiva del lector esa idea de la genialidad, al apreciar que todos los males del hijo le vienen por su madre. Y puede que ese desgraciado sea tal genio, porque al conseguir poner a todos en su contra es cuando, en verdad y sin pretenderlo, interviene decisivamente en la resolución del caso de pornografía ilegal y en la jubilación, más que merecida, de la señorita Trixie.
La conjura de los necios, un libro cuya mayor atracción podría estar en que es imposible su adaptación cinematográfica, de ser así su obtención de buenos resultados, como ha pasado en la imprenta, serian inviables, y en presentar a un personaje que recuerda, más de lo que nos gustaría, a algunas personas conocidas. Un Pulitzer de las letras bien conseguido.

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