miércoles, 28 de julio de 2010

Moldeador de imágenes

No es un trabajador de gran diligencia, sin duda; pero en las distancias cortas uno se percata de que tiene buena formación como dibujante. La crisis le llegó antes y despidió a la secretaria, una joven morena y moderna, que complementaba la labor de citar a los clientes sirviendo copas en un pub céntrico de Fuenlabrada. Siempre pensé que esa decisión pudo emanar primariamente desde la profesora con la que está casado Juan, que así se llama el creador de los tres tatuajes que tengo.
Como no le lleves un dibujo hecho y pensado te empieza a marear la perdiz para disuadirte. La mayor cualidad que posee, la muestra sin tapujos y siempre con la idea de mejorar, destacar y adaptar el dibujo del demandante. Como tal la sufrí y me empujó a tomar decisiones que se reflejarían en la piel de por vida. Así pensó que una eme del brazo podía ser una uve doble girándola, un lagrimal estaba mejor sin tatuar y con el cuervo… con el pájaro no aportó nada. Creo que decidió no implicarse porque no le gustó. Por eso decidí que el ave abstracta quedaba mejor con contorno para dejar claro que era eso y no una simple mancha onírica.
Mientras tatúa te cuenta hechos de su vida. Por alguna extraña razón, mientras lo hace la mezcla olorosa de tinta y sangre, junto con su repertorio, encajan como piezas de un lego. En todo este tiempo he sabido que probó la cocaína y le causó respeto, que antes era pintor y en cierta ocasión acudió a una casa del norte de España donde todo era misterioso, hasta que los familiares confirmaron vivir con un fantasma. Juan no se lo creyó mucho porque es agnóstico, que no escéptico, pero cuando el compañero comenzó a pintar una pared se percató de que la pintura no agarraba. Al intercambiarse el rodillazo de color surtía efecto, pero cuando volvía a ser su compañero el que pintaba… nada, como agua.
Su aspecto es enjuto pero su aire de motorista es como si indicara que el tiempo no pasa por él, que continúa anclado en la movida madrileña.
Los dos coincidimos en que con pelo corto se pierde más que una simple coleta y en cultivar la contrariedad tatuándose en el brazo izquierdo cuando también es diestro. Para gustos…
No se esconde bajo sus gafas y sabe ser franco en su negocio. La codicia le visitó en vano porque sólo tatúa; agujerear con piercings lo relegó a manos de otro; tal vez guiado por el conocimiento básico de que traspasar con una aguja o gancho es distinto a introducir tinta superficialmente ya que el margen de dolor no es parejo.
Dentro de su código moral se descartan los dibujos en el rostro. No hay por qué jugársela.
En sus despistes puede que una vez te haga una pequeña rebaja y otra ni baraje la posibilidad. Debe variar visitarle un lunes por el viernes.
Aunque parezca increíble sus verdaderos esfuerzos se centran en convertir o mantener que una afición no se convierta en trabajo. Que cada cual juegue con esa línea como mejor le plazca. Si no de qué sirve ser autónomo.

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