domingo, 18 de julio de 2010

Millás escucha

El programa guiado en Canal+ por el periodista y escritor Juan José Millás, bajo el nombre de El primer día del resto de mi vida, posee una serie de cuestiones que me gustaría comentar.
El contenido consiste en que personas desconocidas (una por emisión) se sientan frente a Millás para conocer a través de las preguntas del presentador, y las consecuentes respuestas de cada invitado, el acontecimiento que les cambió el modo de afrontar la vida.
En este caso aparece una mujer, que ronda los treinta años, morena, bien maquillada y que vive en un buen momento gracias a lo peor que le ha sucedido; una depresión.
La cámara sólo hace primeros planos a ella, porque, en el fondo, la verdadera protagonista es la entrevistada. En otras ocasiones la cámara recoge al periodista de El País o se hace un plano general lateral que les enfoca sentados. Entre ellos hay un apetecible bizcocho y dos tazas, pero no las usan, o no he visto llevarlas a los labios.
La ex depresiva ensalza su recién estrenado estado de ánimo, tanto, que Millás le avisa de que puede estar en la cresta de la ola, cuando lo ideal (y ficticio) es un mar en calma. También afirma que antes del bajón vivía para los demás por lo que ahora sólo se preocupa de contentarse a ella. Enseguida el interlocutor le recrimina que se ha vuelto más egoísta. La mujer lo confirma sin tapujos.
El de Valencia sigue como siempre. Tras el reflejo de sus gafas de pasta con montura negra. Con esa pronunciación donde parece que paladea algunas sílabas mientras las emite. Sus ojos continúan cansados por la imagen que le genera disponer de párpados caídos. Parece un personaje detectivesco sagaz sacado de una viñeta.
De repente el autor de Laura y Julio le pregunta: "¿Cómo estaría mejor si se aplicara en mí lo que dices; me siento Juan José Millás o soy Juan José Millás?" El periodista se transforma en un psiquiatra audaz. Le imagino deseando perforar una consulta psiquiátrica por medio de un butrón para captar personajes e ideas para futuras historias.
En cuanto a la pregunta considero que siempre se es mejor ser que sentirse; porque lo primero es una verdad fehaciente, mientras que lo segundo es una mera percepción o sensación. Ella se bloquea y contesta demasiado rápido que prefiere sentir.
Al menos la mujer parecía natural y genuina. La duración de El primer día del resto de mi vida al ser tan corta resulta una cualidad sugerente, aunque claramente es una idea radiofónica adaptada en imágenes que recuerda demasiado a Hablar por hablar, aunque ahí sólo sea un emisor contando su problema y aquí dos interlocutores en la descripción de una mejora.
Para concluir decir que el título del programa es calcado a una película francesa de 2008 dirigida por un tal Rémi Bezançon (no sé quién es) que se llama igual pero reemplazando el mi por el su.

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