sábado, 24 de abril de 2010

El sorteo

Me contaron, en cierta ocasión, que el encontrar una pareja con la que complementarse y que, a su vez, merezca la pena, era un hallazgo en la búsqueda tan complicado como el ganar la lotería. Conozco una serie de personas que encontraron esa famosa media naranja, pero les fue arrebatada de cuajo por la fría guadaña a una edad demasiado temprana.
Ante eso ¿Qué se hace? Se debe seguir viviendo, cueste lo que cueste y aunque ya no se recupere el tiempo vivido, los momentos y el fragmento de ti, que se va tras ellos… el camino es el camino y hay que recorrerlo. No estamos aquí para más.
Dicho esto, algunos han encontrado otra mitad, otros han preferido retirarse de la búsqueda centrándose en sí mismos y los hay, también, que se alimentan de migajas a falta del pan. Aunque no imagino un hueco en el alma que no se pueda volver a completar; ninguno somos indispensables o insustituibles. Es lo mejor que somos. El adjetivo sustituible es la mayor cualidad que tiene el ser humano.
Aun así, tengo amistades con las que me ha sido duro seguir sin ellas y ahora que las he recuperado… deberían llamarme con más asiduidad. Un momento, lo olvidaba. Yo tampoco soy indispensable. Que maquiavélico suena esto, que aséptico e impersonal. Pero dicen que cuanto más frio es tu procesamiento mental, menos se sufre… Demasiados puntos suspensivos llevo ya. Tal vez de las dos partes, sea la mía la que lo está haciendo mal.
La aparición del siguiente trío de ases suele ser algo insólita, pero no infrecuente: trabajo (con el correspondiente sueldo), buena salud y pareja estable. He suprimido la palabra amor por miedo de que se les venga al casco el estribillo de alguna manida letra española.
Y bueno, por poner un ejemplo de pareja narro lo que observé en el hospital no hace mucho. Había una mujer de unos treinta y cinco años. Le había sucedido algo tanto interna como externamente. Padecía algún tipo de quemadura en el rostro y su pelo, corto, estaba repleto de canas. Era como si la lava celular del cáncer la hubiera sepultado. Su novio o marido iba agarrado de la mano para pasear juntos. Ver a la una tan mal y al otro tan entero me conmovió inesperadamente. ¿Qué le pasaba a esa mujer? ¿Qué mantenía al hombre tan atento y reconfortado? ¿Cómo caminaban tan unidos si ella daba la impresión de estar ya en la otra orilla?
No sabría responder a ninguna de las preguntas. Fueron la instantánea del día en mi retina. Ninguno se percató.
Concluyo con lo que dijo un compañero: -Conservar a la pareja es lo más fácil del mundo. Con quedar de vez en cuando y besarla... La chica que más le duró fueron seis meses. Cortó él.

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