domingo, 18 de abril de 2010

Recital y tal


Disminuye la intensidad lumínica. Tras esperar quince minutos a la nieta de José Hierro, nos decidimos a comenzar el acto conmemorativo al gran poeta madrileño. Al final no colocamos dos atriles, uno para los bajitos y otro para altos. Aun así, la lectura no sale del todo mal. Cometemos el error de posicionar el micrófono multidireccional sobre los textos, en vez de a su lado. Este hecho resta visión y añade incomodidad. Es un recital conjunto desarrollado por La buena letra, Mujeres creativas Rosa Montero y El Ateneo de Fuenlabrada (que hoy, domingo 18 de abril de 2010, hacían paella al aire libre, que, probablemente, haya estado pasada por agua).
De forma secundaria, decidimos que no haya micrófono abierto para que cualquier asistente lea. A falta de cordura por el Tribunal Supremo… Tampoco era un recital nuestro, propiamente dicho.
Cuando concluyo la lectura vocalizando y sin fallos (por una vez no me duele la cabeza) acudo a montar la merendona, que hemos pagado de nuestro bolsillo. Mientras, dentro, en el teatro Nuria Espert, bailan y recitan al compás un delicioso tango. Luego leen todas ellas y luego, al final ellos. Entremedias, hay baile popular de chicas guapas y de mujeres que algún día lo fueron; otras que todavía lo siguen siendo y la actuación de un pianista con una camisa granate impoluta, que, previamente, ha ensayado la partitura a tientas en la oscuridad del escenario. Compañeros músicos sostienen que gesticula demasiado, pero sé que su espectáculo en la interpretación es el éxtasis más que la melodía.
Concluido el evento y con la mesa ya casi vacía, oteo absorto el barrio, que se abre ante mí por aquel extraordinario ventanal a unos quince metros sobre las aceras. A los ojos de los demás son sólo cristales sucios y edificios mojados por los granizos oscuros (por culpa del volcán Eyjafjalla y su densa nube de ceniza. Sálvese quien pueda), a los míos es un mural cuya visión logra con facilidad abstraerme de aquel lugar.
La tensión arterial no afloja el ritmo y, tras recoger los restos del picnic indoor, me ausento sin apenas despedirme de los compañeros. Las sienes me martillean suave y profundamente. Noto como por arte de magia se me dibuja bajo los ojos la expresión de hoy no estoy para nadie. A pesar de ello, fue una buena tarde. Una justa colaboración con la asociación femenina que va empós de la igualdad de género (y así lo comunico a más de una de sus miembros). Lo peor es que volvieron a faltar miembros del Ayuntamiento y lo mejor fue charlar un rato con la nieta del autor famoso. Percibir su paz, imaginar que el abuelo de esa criatura había tenido el acero de escribir lo que escribió y que fue amigo del rebelde Sabina. Se llamaba Inés y su mirada no era tan penetrante como la de su difunto familiar. Por suerte o por desgracia no todo se hereda.

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